Recuerdo una mañana, saliendo de Bahía Blanca con destino a la ciudad de La Plata. El día estaba despejado, y no había mucho movimiento en la ruta.
A unos pocos kilómetros de la ciudad de Coronel Pringles divisamos un hombre haciendo señas para que paremos, eso hicimos. Miré hacia la banquina, y vi un auto con las rudas hacia el cielo.
Corrí hasta el lugar de la tragedia. Trate de que se calmaran, y cuando lo logré me di vuelta, y entre los pastizales de 1 metro, vi a un señor levantando a una criatura inconsciente de 6 años, Rodrigo.
Lo trajo hasta donde me encontraba yo y lo puso sobre el asfalto. Su madre tenía una remera, blanca teñida del color de la sangre de su hijo, sin consuelo.
Recé, me arrodillé al lado del pequeño y “por esas casualidades de la vida”, apareció un doctor y de inmediato lo revisó.
Tomó sus manos, observó su morada boca, y puso sus ojos en mí, suspirando.
¿está vivo?- pregunté, le volvió a tomar el pulso, en ese momento no escuché ninguna voz, ningún llanto, solo la voz del doctor diciéndome: “tiene un pulso cada 5 segundos”, frase imborrable que quedó en mi mente. Miré a la mamá, miré a Rodrigo y cerré mis ojos.
Mi papá se pudo comunicar con los 2 pueblos más cercanos y pedir ambulancias; mientras mi hermano desconectaba la batería y cortaba el cinturón de seguridad, ya que el abuelo del menor seguía dentro del auto.
El tiempo, interminable, parecía que habían pasado horas, repartí caramelos (para que a nadie se le bajara la presión).
Me acerqué al auto de la familia que tuvo el accidente, caminé a su alrededor
y me topé con el parabrisas, que, por el impacto de la cabeza del menor salió despedido, junto con el espejo retrovisor que tenía colgado un rosario. Lo saqué y se lo di a la abuela de Rodrigo para que rezara.
No había tiempo para esperar, lo cargaron en una camioneta, y se lo llevaron. Nosotros seguimos con nuestro viaje.
No pude hacer otra cosa más que pensar en él, en Rodrigo.
A la vuelta quise pasar por el hospital donde estaba en pequeño, para ver como se estaba recuperando, pero fue imposible.
Llegué a Bahía Blanca, y fui directo a ver a mi ahijado, lo besé y lo abracé muy fuerte. Su papá me mira triste y me dice ¿viste lo que pasó?, me muestra en diario y este decía “falleció un menor de edad…”
Y así fue como viví este accidente, como conocí este angelito quien seguramente hoy está jugando en una nube mirando todo desde el cielo. Todo pasa por algo, nada por que si, a mi me tocó estar en ese lugar, y ustedes… ¿Qué hubieran hecho?
sábado, 7 de junio de 2008
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5 comentarios:
muy bueno tu posteo caritoo.creo que yo hubiese hecho lo mismo.
besos pasate por el mio.
Carito: a mí me parece que lo que hiciste fue muy valiente; habla de una buena persona.
Y esto, abrir un blog, es muy importante; habla de una estudiante de periodismo ocupada (más que preocupada) por su futuro y por ser mejor profesional.
Dale con todo.
Gracias y saludos.
Hola mi vida!! que bajón tu historia... yo no se como habría reaccionado en un situación así...
Che pase a saludarte seguí posteando... y haber si algún día tenés tiempo para darme un poco de bola por el msn jeje, cada vez que te conectas estas re ocupada o ya te estabas yendo!!!!
Te re mando un beso congelado del sur!!! cuidate mucho... no hablamos!
muy bueno caro, sinceramente es dificil saber que hubiera hecho en esa situacion, supongo que lo mismo que vos.
estoy viendo como se maneja esto del blog jaja, besitoo nos vemos maniana :)
Hola, cómo estás?
Navegando por los blogs de bahía encontré el tuyo y leí el post del accidente. Yo estuve en situaciones de accidentes similares y para actuar en esos momentos hay que tener mucho temperamento, valentía y dar lo mejor de cada uno.
Lo que hiciste, fue lo mejor y lo que estaba a tu alcance.
Pasá por mi blog cuando quieras http://leandropalacios.blogspot.com
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