Fui a visitar al bebé que cuidé por tres meses y a su madre, una joven de 21 años que va por la vida “probando amores”, sin pensar en las consecuencias, ni en su hijo.
Nos sentamos a tomar unos mates, y mientras yo tenía al pequeño en mi falda, me contó que tuvo un atraso, entonces se inyecto “algo” para que “Andrés” no tardara más, no dio resultado, por lo cual decidió darse una segunda dosis…ahí si.-dijo ella.
Pero dos meses más tarde sucedió lo mismo, esta vez no recurrió a la inyección, sino que decidió (según ella) hacer algo más efectivo; introducirse una pastilla.
-“Pagué $400”, -yo, sin darle importancia al valor pregunté: ¿de quién es? Me respondió que no sabía y siguió con la historia.
A las 2.00 AM tuvo puntadas, sin darle demasiada importancia se acostó con su pareja, (en ese momento había vuelvo a “probar” con el papá del menor). Una hora más tarde se levantó, y vio como un liquito de transparente corría por sus piernas. Se asustó y despertó a su compañero, el le dijo – “¡ja ja! te hiciste pis” (queda totalmente demostrado el nivel cultural del hombre), después de un rato no solo perdía líquido amniótico sino también sangre, y mucha cantidad.
Como no cesaba, pensó que se iba a desangrar y quiso llamar a su suegra que vive en la casa posterior a la de ella; le costaba moverse, así que fue su “marido”; mientras tanto ella se fue al patio y se sentó en un balde, puesto que ya había empezado con contracciones.
¡Te juro que era un parto! –me dijo sonriendo, yo con mi mejor cara de asquerosa la miré, hice como si nada y seguí escuchando…ella estaba desnuda así que cuando su suegra venía corriendo, se levanto, y se envolvió con un toallón, cuando se paró sitió que tenía algo entre sus piernas.
-“¡Sacameló! le grité, yo ni loco me respondió él, mi suegra tampoco, y yo menos”.
-Así que en un acto de valentía, el señor, se puso en trapo en su mano, se arrodilló y como quien no quiere la cosa, “pegó el tirón”.
-¡era así! (y con sus manos me mostraba el tamaño de la criatura, que, por fuerza mayor, había llegado a este mundo 4 meses antes de lo esperado).
Esto no fue todo…con toda la preocupación del mundo, (pero sin demostrarla), le pregunté que hizo con ese bebé. Me respondió que no podía tirar lo a la basura, así que lo enterró ¡en el patio de la casa!.
Créalo o no, así fue como se apago una luz, la luz de una vida que no tenía la culpa de la inconciencia de sus padres.
sábado, 14 de junio de 2008
sábado, 7 de junio de 2008
un angel...
Recuerdo una mañana, saliendo de Bahía Blanca con destino a la ciudad de La Plata. El día estaba despejado, y no había mucho movimiento en la ruta.
A unos pocos kilómetros de la ciudad de Coronel Pringles divisamos un hombre haciendo señas para que paremos, eso hicimos. Miré hacia la banquina, y vi un auto con las rudas hacia el cielo.
Corrí hasta el lugar de la tragedia. Trate de que se calmaran, y cuando lo logré me di vuelta, y entre los pastizales de 1 metro, vi a un señor levantando a una criatura inconsciente de 6 años, Rodrigo.
Lo trajo hasta donde me encontraba yo y lo puso sobre el asfalto. Su madre tenía una remera, blanca teñida del color de la sangre de su hijo, sin consuelo.
Recé, me arrodillé al lado del pequeño y “por esas casualidades de la vida”, apareció un doctor y de inmediato lo revisó.
Tomó sus manos, observó su morada boca, y puso sus ojos en mí, suspirando.
¿está vivo?- pregunté, le volvió a tomar el pulso, en ese momento no escuché ninguna voz, ningún llanto, solo la voz del doctor diciéndome: “tiene un pulso cada 5 segundos”, frase imborrable que quedó en mi mente. Miré a la mamá, miré a Rodrigo y cerré mis ojos.
Mi papá se pudo comunicar con los 2 pueblos más cercanos y pedir ambulancias; mientras mi hermano desconectaba la batería y cortaba el cinturón de seguridad, ya que el abuelo del menor seguía dentro del auto.
El tiempo, interminable, parecía que habían pasado horas, repartí caramelos (para que a nadie se le bajara la presión).
Me acerqué al auto de la familia que tuvo el accidente, caminé a su alrededor
y me topé con el parabrisas, que, por el impacto de la cabeza del menor salió despedido, junto con el espejo retrovisor que tenía colgado un rosario. Lo saqué y se lo di a la abuela de Rodrigo para que rezara.
No había tiempo para esperar, lo cargaron en una camioneta, y se lo llevaron. Nosotros seguimos con nuestro viaje.
No pude hacer otra cosa más que pensar en él, en Rodrigo.
A la vuelta quise pasar por el hospital donde estaba en pequeño, para ver como se estaba recuperando, pero fue imposible.
Llegué a Bahía Blanca, y fui directo a ver a mi ahijado, lo besé y lo abracé muy fuerte. Su papá me mira triste y me dice ¿viste lo que pasó?, me muestra en diario y este decía “falleció un menor de edad…”
Y así fue como viví este accidente, como conocí este angelito quien seguramente hoy está jugando en una nube mirando todo desde el cielo. Todo pasa por algo, nada por que si, a mi me tocó estar en ese lugar, y ustedes… ¿Qué hubieran hecho?
A unos pocos kilómetros de la ciudad de Coronel Pringles divisamos un hombre haciendo señas para que paremos, eso hicimos. Miré hacia la banquina, y vi un auto con las rudas hacia el cielo.
Corrí hasta el lugar de la tragedia. Trate de que se calmaran, y cuando lo logré me di vuelta, y entre los pastizales de 1 metro, vi a un señor levantando a una criatura inconsciente de 6 años, Rodrigo.
Lo trajo hasta donde me encontraba yo y lo puso sobre el asfalto. Su madre tenía una remera, blanca teñida del color de la sangre de su hijo, sin consuelo.
Recé, me arrodillé al lado del pequeño y “por esas casualidades de la vida”, apareció un doctor y de inmediato lo revisó.
Tomó sus manos, observó su morada boca, y puso sus ojos en mí, suspirando.
¿está vivo?- pregunté, le volvió a tomar el pulso, en ese momento no escuché ninguna voz, ningún llanto, solo la voz del doctor diciéndome: “tiene un pulso cada 5 segundos”, frase imborrable que quedó en mi mente. Miré a la mamá, miré a Rodrigo y cerré mis ojos.
Mi papá se pudo comunicar con los 2 pueblos más cercanos y pedir ambulancias; mientras mi hermano desconectaba la batería y cortaba el cinturón de seguridad, ya que el abuelo del menor seguía dentro del auto.
El tiempo, interminable, parecía que habían pasado horas, repartí caramelos (para que a nadie se le bajara la presión).
Me acerqué al auto de la familia que tuvo el accidente, caminé a su alrededor
y me topé con el parabrisas, que, por el impacto de la cabeza del menor salió despedido, junto con el espejo retrovisor que tenía colgado un rosario. Lo saqué y se lo di a la abuela de Rodrigo para que rezara.
No había tiempo para esperar, lo cargaron en una camioneta, y se lo llevaron. Nosotros seguimos con nuestro viaje.
No pude hacer otra cosa más que pensar en él, en Rodrigo.
A la vuelta quise pasar por el hospital donde estaba en pequeño, para ver como se estaba recuperando, pero fue imposible.
Llegué a Bahía Blanca, y fui directo a ver a mi ahijado, lo besé y lo abracé muy fuerte. Su papá me mira triste y me dice ¿viste lo que pasó?, me muestra en diario y este decía “falleció un menor de edad…”
Y así fue como viví este accidente, como conocí este angelito quien seguramente hoy está jugando en una nube mirando todo desde el cielo. Todo pasa por algo, nada por que si, a mi me tocó estar en ese lugar, y ustedes… ¿Qué hubieran hecho?
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